que diría Benedetti,
todavía me necesitas,
a mí, precisamente, que
nunca pude salvarte
de los perros asesinos ni
de sus dueños,
curiosamente a mí que poseo
la absurda ironía
de avivarte la risa en casi
todos los incendios,
(esos momentos de humo, grises,
en que no hay extintor
más eficaz que el beso),
quería decirte que
siempre llueve hacia abajo
sobre el mar de tejados que
es tu ciudad,
que el tiempo nunca lleva
el sueño cambiado,
que la realidad nos ha
cerrado el paso
y que, además, nos hemos
olvidado de intentarlo,
porque ya nos gustaría a
nosotros
volar más allá de las
bolsas de plástico y los pájaros,
porque ya nos gustaría a
nosotros volar,
y total, sin ti, no sé
para qué sirven estos brazos,
únicamente he aprendido,
en todo este tiempo,
a defraudarte cada vez
que me duermo mirándonos,
después solía recordarte,
al despertar,
que la realidad también puede
convertirse en sueños,
(de hecho, creo que no
existe otra forma),
tengo todo un catálogo de
monstruos
por cada uno de mis
miedos, y ¿sabes? asusta,
asusta poder ser uno de
ellos.